Vida de zarigüeyas; cómo vivir bien sin empleo y (casi) sin dinero es un clásico de la literatura de supervivencia norteamericana. Fue escrito en 1978 por Dolly Freed, una moza tejana de 19 años, y se convirtió de inmediato en libro de culto. Más de treinta años después sigue vendiéndose junto a manuales que invitan a abandonar la “carrera de ratas” y echarse al monte armado de cayado y legumbres. Los lectores descubrirán rápido que no es tan fácil como insinúa el subtítulo. Freed empieza aconsejando que para poner en práctica esta forma de vida “sin dinero” es indispensable “tener un techo” en propiedad; a ser posible en un clima templado, alejado del mundanal ruido y con acceso a ríos limpios, caza y buenas vistas. En el presente contexto español de desahucios e hipotecas mortíferas esa extravagante recomendación inaugural suena a cachondeo. Es como si un libro que prometiera enseñar a volar empezase con la frase: “En primer lugar, debes poseer un par de alas enormes…”.
Así, procede tomarlo desde otra perspectiva. Agarrar el espíritu y obviar lo práctico. Los consejos de horticultura neorural están bien, pero cunden más las numerosas reflexiones existenciales. Por mucho que Freed insista en que no lo hacen por razones ideológicas (“no somos un par de Thoreaus papando en el lago Walden”), este es un libro político: las zarigüeyas tienen su razón de ser en la vagancia, la austeridad y el sentido común, no en una convicción mística sobre el poder regenerador de Gaia. En efecto, Dolly y su padre distan mucho de ser ecopuritanos con delirios granjeros: destilan alcoholazo casero, matan a cualquier bicho comestible que circule cerca de su cabaña, poseen rifles y utilizan la intimidación física para solventar trabas legales. Los Freed son como los Stamper de Casta invencible: rebeldes, honestos y muy testarudos, modernos outlaws libertarios en la más pura tradición fronteriza yanqui. Por ello puede y debe leerse Vida de zarigüeyas como la autobiografía de una gente, un lugar y un tiempo. Más allá de los consejos cotidianos, y muy a pesar de que la autora se disculpara años más tarde por algunas acaloradas convicciones redneck, hay que agarrar de Vida de zarigüeyas su inspiración fundamental: vale la pena desafiar al sistema, pensar por uno mismo y vivir con menos. Kiko Amat
Vida de zarigüeyas; cómo vivir bien sin empleo y (casi) sin dinero
Dolly Freed
Alpha Decay
Preámbulo de David Gates
Trad. de Rubén Martín Giráldez
219 págs.
(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 23 de enero del 2013)