Quantcast
Channel: Kiko Amat
Viewing all articles
Browse latest Browse all 180

Lista del mes (enero 2013): Hecho en Sant Boi, o 11 cosas por las que es famoso mi pueblo.

$
0
0

1) El rugby: El deporte y los locos son los pilares de la vida en mi pueblo natal desde hace más de un siglo. La U.E. Santboiana es el equipo que introdujo el deporte en España, y siempre ha ganado trofeos y copas. Mi propio padre fue un jugador notable del primer equipo, ejerció de directivo y aún hoy es delegado de campo en el club. A los diecisiete, lo que yo veía por las calles de mi pueblo era invariablemente: tipos con el cuello muy ancho (los del equipo) o gente certificadamente chiflada (los del manicomio). Todo allí giraba en torno al rugby. Como bien explica Rompepistas, en ese escenario los skins, punks y mods que emergimos en los ochenta resultábamos aún más feos, ratas y agusanados de lo que habríamos parecido en otro maldito pueblo. Por supuesto, no hace falta que diga que las chicas se pirraban por los rugbistas, condenándonos a los chicos con botas a una adolescencia de furiosa masturbación. Todo el asunto le llena a uno de amargura, por mucho que el deporte como tal me parezca digno y encomiable.

2) Los locos: Sant Boi, como es bien sabido, alberga dos de los hospitales psiquiátricos más grandes del país. Masculino y femenino. Son muy famosos (ejemplo: mi mujer creía que Sant Boi era un psiquiátrico, no un pueblo; o sea: que todo Sant Boi era recinto hospitalario). El masculino se fundó a finales del XIX, y tiene más años que la polka (es vagamente modernista, de hecho). Recientemente tiraron los muros, buscando eliminar la estigmatización de los locatis de dentro. En todo caso, solo hace falta decir que para mí, de niño y teenager, estar rodeado de locos era la normalidad absoluta. Estaban en las calles, los bares y, si uno se descuidaba, en el propio lavabo (pues mi propia madre era enfermera del psiquiátrico femenino y –no les miento- a veces se  traía faena a casa). En efecto, en Sant Boi predominaba una amplísima tolerancia por la chifladura y el comportamiento estrafalario, mucha más (asumo) que en lugares sin gigantesco manicomio. Quizás eso nos salvara la vida, después de todo.

3) Toni Ribas: Es un actor porno. De joven le veías en bares del pueblo, en entorno rugby. Ahora te lo encuentras con los glúteos prietos y una gota de sudor en el labio, bailando el Mete-Saca en páginas para adultos. Desconozco lo que ha sido de él (quiero decir: cómo va su carrera como fornicador profesional), pero siempre me acuerdo de una cosa que sus amigotes me contaban, y que me hacía tronchar: a veces, el tipo –ya empezada su carrera de semental hardcore- aparecía en barbacoas del pueblo acompañado de actrices porno rusas. Imaginen el cuadro. Está uno masticando un pedazo de butifarra y aparece por la puerta Sophie Evans. De hecho, era exactamente así. Hay testigos a porrillo.

4) Alcoholismo: No tengo claro si es un dato apócrifo, pero en 1987 circulaba este rumor: un periódico había escrito que Sant Boi era el pueblo con el índice de alcoholismo más alto de Catalunya. Como no teníamos muchas cosas de las que estar orgullosos, mis amigos y yo nos tomamos aquel dato como un elogio de primer orden, y procedimos a pedir una nueva ronda de Ponche Caballero en vaso de tubo. En efecto: en Sant Boi había y hay aún bares. Muchos bares. Cuatro o cinco por manzana, vamos. En 1987 no existía cine ni clubs sociales, pero sí estaban el Baldiri o el Plaza o el Viqueitors o el Faro o… Pasamos media vida en aquellos tugurios, pidiendo que nos pusiesen cintas de 2-Tone y empujándonos a puñetazos en el retrete, y en ellos aprendimos lo que era la vida. Cada uno tiene sus universidades, qué le vamos a hacer.

5) Subculturas: Durante los años ochenta, Sant Boi era un cómic de Azagra hiperrealista, un pesebre tribal viviente. Para una pueblociudad de 80.000 habitantes, existía un número descabellado de punks, mods, skins y rockers, y todos se embutían en el mismo bar, llenos de convivialidad y solidaridad por encontrarse en una tesitura apestosa (es decir, perdidos en medio de la nada, escupidos de la boca de Dios). Era pura solidaridad ante la catástrofe. No manejo estadísticas fiables, pero aventuremos que en una familia con cuatro hijos, uno de ellos salía desviado hacia el lado malo de la calle. Cuando yo iba a 1º de BUP, el patio era un mar de parkas y tupés y chupas de cuero negras y peinados cuestionables. Imaginen la cantidad, que superábamos a los siniestros/góticos por 20/1. Había pintadas de The Jam y Crazy Cavan por todas partes. Academic inspiration you gave me none, pero sí de todo lo demás. Coraje y resistencia, sin ir más lejos.

6) Ruinas romanas: A decir verdad, mi pueblo natal no es muy famoso por esto, aunque existir, existen. No son muchas, cuatro cascotes mal erigidos y el ocasional pedazo de vajilla resquebrajada, prueba irrefutable de que los romanos se olieron lo que iba a ser aquella urbe a orillas del Llobregat y decidieron poner pies en polvorosa antes de que fuese demasiado tarde. Uno no puede sino asumir que, una vez esfumados los legionarios romanos, los bárbaros del norte tomaron su lugar. No hay otra forma de explicar el talante de la población hacia 1985-89. Sangre goda, se lo juro; sangre goda.

7) Los canalones de Flip: Un fulano muy alto al que los del rugby llamaban Flip –parecía una langosta, a decir verdad- se comió en una ocasión 32 canalones, para ganar una apuesta. Su explicación de cómo lo hizo (“Me’n foto un, i després un altre, i així vaig fent”) se me antoja aún como uno de los grandes pensamientos existencialistas del siglo XX. Treinta y dos canalones. Son un montón.

8) Celebrities: No tenemos tantas celebridades como otros pueblos del extrarradio de Barcelona, de acuerdo, pero alguna hay. Flipen y apunten. Es como el Bronx, casi todos son gángsters, homosexuales o deportistas de élite: un miembro de Locomia; Rojo, aquel futbolista del Barça; también el mendas alto que juega en la NBA y todo el día anuncia bancos y potingues; su hermano; el ex-director de la ONCE, Miguel Durán (es como haber tenido a Bugsy Malone de vecino); aquel cholo loco que agredió a un pasajero de los Ferrocarriles Catalanes y aún debe estar recibiendo atención psiquiátrica (no podía haber nacido en mejor sitio); un humorista de segunda, ni recuerdo el nombre; una modelo de ropa de señora, tampoco recuerdo cómo se llamaba; Toni Ribas, of course; Albert Malo, que es un rugbista célebre. Y para de contar. Creo que no me dejo a nadie. ¿Impresionados? Lo sospechaba.

9) Grupos pop: Todo lo que conseguimos en el campo de la subcultura lo echamos a perder en el campo del rock’n’roll. Para una villa tan poblada, la ausencia de grupos musicales es un enigma que solo puede explicarse por la sobreabundancia de bares. Es de suponer que la juventud quedaba extenuada después de pasar todo el día dándole al vaso y ya no se sentían con fuerzas ni para enhebrar un mísero “Blitzkrieg bop”. No les nombro a los pocos grupos que se han esforzado por romper la maldición porque no iban a sonarles ni en broma. Exceptuando, tal vez, a Los Vampiros en La Habana, un grupo tan de Sant Boi que en la contraportada de su primer álbum aparecían junto a toda su peña, a lo Banda Trapera del Río. Sacaron (milagrosamente) dos álbumes, pero el mal de ojo regresó tras su disolución. Sant Boi es un subsuelo sin nutrientes para el rock’n’roll; todo lo que plantas allí muere sin remedio.

10) Nivel 2: Era el grupo mod de Sant Boi. Un trío. Nunca grabaron nada, y su único contacto con la inmortalidad fueron dos páginas en el modzine Standards y una reseña negativa en Reacciones. Yo iba a verles su local de ensayo siempre que podía y mi madre no se enteraba (tenía solo catorce añines). Versionaban “En la medianoche”, la de Brighton 64, pero no recuerdo mucho más. La anécdota del Chopped mezclando alcohol de 90º en el vodka que aparecía en Rompepistas está sacada de una de aquellas tardes. Luego se cambiaron el nombre a Efectos Secundarios.

11) Silvia Resorte: No la he puesto en celebridad porque iba a molestarse. Una de las punks originales del país es santboiana, aunque como toda persona cabal tomó las de Villadiego a la mínima de cambio. La primera actuación de Último Resorte fue en el psiquiátrico de Sant Boi, y es uno de esos momentos definitorios de una subcultura que la gente toma casi como leyenda imposible. Es un gesto demasiado perfecto, estética e ideológicamente. Pero real. Tocaron para una audiencia compuesta por punks y locos. Ríete tú de los Sex Pistols en el Manchester Free Trade Hall. Sant Boi, como dijo alguien una vez, es que “no te lo acabas”. Extraño lugar, extraño lugar.


Viewing all articles
Browse latest Browse all 180