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La penúltima ¡Pelea! antes del amanecer

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03-.-foradejoc4-kikoamatwebNos vamos a Premià de Mar a explicar las peleas. Lo haremos con gusto y perfecta dicción para los amigos de Alan Smithee el viernes 31 de enero a las 20h. Esta es la penúltima oportunidad para escuchar los violentos recuerdos del autor en materia de zurribandas y algaradas juveniles. Agarren la Renfe y váyanse para Premià, primos míos. Se servirán refrescos fermentados y picapicas proletarios. Será enla Cooperativa Gafarrons (Marina 39, Premià de Mar). Y miren qué cartel más bello (clicken para ampliar).

La entrada es gratuita, por cierto.

La última ¡Pelea!, que anunciaremos en breve, tendrá lugar en Heliogàbal una noche de febrero, y vendrá amenizada por grupo pop afín (secreto por ahora, pero ya se lo podrían imaginar).


John Fante, El Revelador

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Novela Edicions 1984 publica en catalán dos títulos del gran autor americano John Fante, Plens de vida y La germandat del raïm. Anagrama cierra el catálogo Fante con El vino de la juventud, la colección completa de cuentos. Declaramos de forma unilateral el Año Fante.

john_fanteJohn Fante, tal vez lo sepan ya, fue un semi-maldito escritor americano de bullente sangre italiana. Vivió de 1909 a 1983, y publicó solo seis novelas, un par de novellas y un libro de cuentos. Charles Bukowski, su fan #1 y confeso discípulo, le salvó del completo ostracismo prologando la reedición de Pregúntale al polvo, y gracias a él leemos a Fante hoy. Es una buena época para entrar en su obra: 1984 saca dos de sus novelas -Plens de vida, de 1952, y La germandat del raïm, de 1977-  y Anagrama completa el catálogo Fante con El vino de la juventud, la exhaustiva colección de cuentos. Desde que apareció la primera traducción al catalán el año 2012 he estado celebrando una especie de eucaristía portátil (una misa de guerra, si quieren), llevando la palabra de John allá donde fuese necesaria. Estilo Pablo de Tarso, pero sin la demencia mesiánica. En esas “clases magistrales” –puro autoritarismo docente bruñido en infalibilidad- he intentado resumir en ocho concisos puntos el porqué de mi pasión por la escritura del autor angelino, así como su relevancia actual:

1) Verdad: Más chulo que un ocho, Fante definía su estilo como “La Verdad”. Y añadía: “No quiero decir realidad autobiográfica. Es otra cosa. No sé cómo llamarla, pero es distinta de la autobiografía y a la vez se le parece mucho”. Las novelas de Fante son como confesiones en primera persona. El autor es su propio chivo expiatorio, aunque ficcionaliza su yo en alter egos (Arturo Bandini, Henry Molise, incluso John Fante), evitando de este modo el embellecimiento y la solemnidad que suelen acompañar a las memorias. El núcleo siempre encierra una verdad emocional (envuelta en ficciones) y una disección de las propias tripas, y sus protagonistas son monstruosas (y a la vez fieles) caricaturas del autor.

2) Sencillez: El “Dios personal” de Charles Bukowski era la sencillez, algo que aprendió de John Fante. El estilo del maestro es engañosamente sencillo; dice más con mucho menos. El autor recorta y comprime su lenguaje hasta que éste alcanza una pureza sobrecogedora y electrizante. Su prosa es limpia, utilitaria y formal. Es urgente, rítmica y siempre explica una historia. Tras leer a Fante un novelista debe avergonzarse de los propios excesos. Comparados con él todos escribimos latazos decimonónicos.

3) Emoción desatada: Lo dijo su discípulo más célebre, Bukowski: “He aquí, por fin, un hombre que no se asustaba de los sentimientos”. Fante sabía que no podías morir de emoción, y la utilizaba sin recato. Aunque, eso sí, bien armado de contención y disciplina, jamás rozando la afectación o lo cursi.

4) Humanidad/Compasión: “Para ser espiritual, primero has de ser mundano”, decía Nelson Algren. Fante escribe lleno de comprensión hacia el mal que hacemos, nuestras pequeñas y grandes faltas, nuestras miserias y tropiezos y vanidades y delirios. Arturo Bandini está lleno de psicopatía histriónica, asco, inseguridad y culpa. Fante habla del mundo hablando de él, entiende al mundo porque se entiende a sí mismo; y se perdona, porque sabe que somos una maldita calamidad con patas.

germandatraim-web5) Dureza: Los puntos 3) y 4) jamás llegarían a buen puerto sin mala leche. Algren, de nuevo, afirmaba que la alienación respecto a la sociedad y una cierta crueldad eran “tan esenciales en literatura como en un atraco a mano armada”. No basta con ser empático o sensible; un escritor tiene que estar cabreado. Y escribir duro, no como una florecilla campestre.

6) Humor: Fante es muy, pero que muy, divertido. Su Bandini es Basil Fawlty en versión macarroni, un tronchante y triste chiflado. La pasivo-agresividad del padre en las dos novelas traducidas al catalán son otro común motivo de chanza lectora. Chanza melancólica, pero aún así.

7) Familiaridad y familia: Uno de los mandamientos de nuestro oficio es “escribe sobre lo que conoces”. Fante solo escribía sobre Los Ángeles, italoamericanos, canteros como su padre y escritores desnutridos como él mismo. Nadie ha hablado mejor de padres, hijos y sangre. En El vino de la juventud: “Mi padre seguirá llenándome el vaso de vino y beberemos juntos, y siempre sentiremos ese parentesco que es un abismo que nadie de los dos puede salvar”.

8) Fante: Me chifla él. Que escribiese en calzoncillos. Que peleara en bares. Que fuese un taja susceptible y orgulloso. Me gustan su individualismo de clase obrera, su formación autodidacta y su perpetua desconfianza hacia la universidad. De acuerdo, fue un pésimo padre durante años, y dos de sus hijos terminaron padeciendo horripilantes transtornos alcohólicos y severas depresiones. Pero si su más notorio vástago (Dan Fante) le ha perdonado, ¿cómo no vamos a perdonarle sus fans? Kiko Amat

 4 fante-fans (en exclusiva para Cultura/S)

“La escritura de John Fante me enseñó a mostrar debilidad en público. Su héroe, Arturo Bandini, es un tipo defectuoso, lleno de ego y obsesionado con sí mismo. Esto era revolucionario en literatura. No había bravuconadas de macho, como en Hemingway o Bukowski, sino solo un pobre infeliz que se creía rey. El trabajo de John Fante es sencillo, potente y humano.”

Billy Childish, poeta, pintor y músico punk rock inglés

“Fante me cambió la vida, no sólo literariamente. Arturo Bandini me enseñó a no tomarme nada en serio, porque nada es tan importante, empezando por nuestro ego de escritores. Descubrirlo me hizo libre (…) Fante se empeñó en escribir literatura del yo en una época en la que todavía no tenía buena fama. Fue un pionero.”

Laura Fernández, autora de La chica zombie (Seix Barral)

“Leer a Fante es entender que el humor es la única forma de inteligencia libre de presunción, que la ternura no siempre es cursi, que lo genuino habita la sencillez y que el cinismo es tóxico. Que todo se reduce a saber caer; a pequeñas redenciones, gestos nobles y brindis sinceros.”

Miqui Otero, autor de La cápsula del tiempo (Blackie Books)

“Fante es un prodigio de eficacia narrativa, va directo al tuétano de la trama y la emoción, y por eso es tan atractivo y peligroso para el escritor novel, que confunde estilo sencillo con “es sencillo escribir así”. El batacazo suele ser inevitable, porque lo cierto es que inventar a Bandini es tan difícil como crear a La Colometa”.

Martí Sales, poeta, músico (Els Surfin’ Sirles) y traductor al catalán de Fante.

(Artículo publicado previamente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 22 de enero del 2014)

Kiko Amat y Mars del Carib, primera novela Oi!

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El martes 4 de febrero Kiko Amat estará presentando Mars del Carib, la novela de debut de Sergi Pons Codina. Publicada en Edicions 1984. Quizás la primera novela Oi! de la historia, y encima en catalán. Ustedes la pueden comparar al Stewart Home del Red London, o al Skinhead de Richard Allen, o pueden agarrar  The Wanderers (o, mismamente, Rompepistas) y arrancarle toda la melancolía y debilidad y amor.

Mars del Carib no tiene amor. Mars del Carib es una novela sobre incurable odio de clase, war on the terraces, speed, peleas, speed y borrachez. Y más speed. No hay un solo párrafo de belleza tal y como la concebimos aquí en la tierra. Solo rabia, ferocidad y ganas de hostiar. Solo extrarradi power sin edulcorar. Solo el odio eterno de los que no saldrán ilesos, los inempleables, los del fondo del cubo, los incultos y la escoria social.

Por supuesto, nos encanta.

Como nos encantará verles allí, en la librería Taifa, a las 19:30h.

¡Fuera del coche, Ochs! 15 folkies de carne y hueso (para Jot Down)

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Pueden leer este fascinante listado, que hemos tenido a bien de ilustrar con videos, clickando acá. Es nuestra segunda colaboración con Jot Down. Incluye a Eric Andersen, David Blue, Anne Briggs, Fred Neil, Tom Rush, Linda Perhacs y muchos más favoritos personales. Una lista 100% libre de Spotify, MP3 y Wikipedia, confeccionada a base de discos físicos de mi colección.

El Vermut de Kiko Amat #6: Artur Estrada (Aina / Nueva Vulcano)

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Otro enjundioso aperitivo para Gent Normal, dedicado en toda su fastuosa extensión (recomiendo imprimir y llevar de paseo; al bar, si puede ser) a Artur Estrada, de Aina y Nueva Vulcano. 16 paginotas discutiendo Fuel, confesión ominosa, despeines variados, no saber hacer “cejillas”, ser admiradores de Innocents, ser el único tío de España que aún cita a Ned’s Atomic Dustbin como influencia y el vendaval que eran Aina.

Leer aquí, si me hacen el favor.

¿Quién compró el pene de Napoleón?

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Coleccionistas El nuevo libro del historiador Philipp Blom (autor de Años de Vértigo y Gente peligrosa, entre otros) repasa la compulsión acumuladora de objetos a través de algunos de los más célebres maniáticos melancólicos de la historia.

ruysch2“Los coleccionistas de discos son gilipollas pretenciosos”, escupía un disco de Poison Idea. ¿Será eso, o simple dolencia? El historiador Philipp Blom aduce en su El coleccionista apasionado (Anagrama) que la comezón acumuladora pudiere deberse al síndrome de Asperger, el menos severo de los trastornos autísticos. Tiene sentido: hombres persiguiendo una idea fija, competitivos e inmersos en temas arcanos, hombres-niños aislados en pequeños clubes secretos que solo viven para la adquisición de cada nueva pieza (como afirma Blom, “el objeto más importante de una colección es el siguiente”)… ¿No suena esto a locura certificable, a patatús psicótico?

Pueden mirarlo así, o acercarle un prisma romántico: los coleccionistas realizan un trabajo de amor dotando a los objetos de una nueva vida “como parte de un organismo, de la imagen espectacular del coleccionista”: el collector busca explicarse mediante un sistema cohesivo que dé sentido a su existencia. “Si no te gusta esa película no me quieres”, decía Jonathan Lethem, “porque yo soy esa película”. Del mismo modo, los coleccionistas erigen en sus locas cornucopias lo que Blom llama “baluartes contra la mortalidad”: mundos pulcros e imperecederos llenos de orden y significado donde todo encaja y todo habla de “belleza y seguridad”. Cosmos que nos sobrevivan. Conjuntos que digan: yo soy esto. Estos bezoares/molares/cagarrutas secas de buho perfectamente clasificadas son yo.

Los coleccionistas siempre han existido, y Blom lista a algunos notables chiflados. Rodolfo de Habsburgo (1552-1612) acumulaba parafernalia de todo tipo (mandrágoras, dragones, especias y “objetos de vejación” –o sea, artilugios para pegar bromazos) en kunstschrank, armaritos manieristas que pretendían explicar el mundo cajón a cajón. El holandés Frederick Ruysch (1638-1731) empezó de anatomista en salas de disección y acabó convirtiendo trabajo en hobby: su kunst (o arte) era una bizarra mezcla de “taxidermia y alegoría” (ver imagen ilustrativa): Ruysch creaba tableaux a base de esqueletos, niños embalsamados, fetos que tocaban violines óseos… Franz Joseph Gall (1758-1828), fundador de la frenología, coleccionaba cráneos; John Tradescant El Viejo (1570’s-1638) empezó con la botánica pero acabó atiborrando estancias de cuernos de unicornio, manos de sirena y “todo lo que es extraño”; Joseph Duveen (1969-1939) fue uno de los primeros marchantes de arte tal y como los conocemos hoy (uno de sus clientes era el über-coleccionista William Randolph Hearst, inspiración del Ciudadano Kane); Alex Shear es el gran coleccionista de kitsch y cacharros 50’s en su “archivo del alma americana”.

Todos han llenado palacios, armaritos o museos a petar de quincalla polvorienta, ocasionalmente usable pero por lo común solo contemplable; todos ellos casi pierden la razón buscando un nuevo pedazo de la Santa Cruz, juanete fosilizado de Isaías o picha incorrupta de Napoleón (no es coña: salió a subasta en Christie’s como “tendón momificado” del Emperador). Todos buscaron lo intangible: un orden, una respuesta, en la consecución de un catálogo. La paz que viene con rozar lo finito: terminar algo. Que Dios se apiade de su alma coleccionista, y de todos los que sufrimos su mismo mal. Kiko Amat

El coleccionista apasionado; una historia íntima

Philipp Blom

Anagrama

Traducción de Daniel Najmías

371 págs.

(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 22 de enero del 2014)

Última Pelea a muerte en Heliogàbal

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El 28 de febrero es una fecha especial. Haremos el último ¡PELEA! en el Heliogàbal. Ya saben de qué va la cosa: el criptomonólogo tragicómico sobre las peleas juveniles de Kiko Amat, narradas con una ciclotímica mezcla de nostalgia, espanto, descojono y vergüenza. Lo hemos representado en una gira mundial que ha pasado por Valencia, Sant Boi, Gràcia y Premià de Mar, entre otras urbes, y el 28 finalizará aquí, al laíto de casa. Pueden apuntarse en esta mandanga  que han montado los amigazos de Gent Normal, y leer más sobre el asunto en su web. Pues la cosa va de doble celebración: Gent Normal cumple 5 años, nada menos.

La velada tendrá otros alicientes, casi mayores. Tocarán nuestros favoritísimos LOS UROGALLOS (ex-Incrucificables/TCR), y bailaremos a su ritmo glam-pop-a-billy-dub. Se huelen hits en la lontananza: “Bendito Atraso” y “Como un tigre”, como mínimo.

Al terminar el concierto, hemos ensamblado una parrilla de pinchockeys de los que nos van: URI AMAT (de kiwi pop a los Lyres, pasando por Gorillas o Len Bright Combo), JORDI GELI (castañazos punk-soul-mod) y ADRI PEANUT (de Pennycocks, que seleccionará punk 77, street r’n'r, mod revival y otros sonidos callejeros). KIKO AMAT, en todo esto, también pinchará un mini-set temático, pues resulta que al fulano le apetece homenajear al pop-punk emotivo cosecha 91-96 que tanto le toca la fibra: Sicko, Bum, Parasites, Vacant Lot, Snuff… Qué cosas, ¿no?

Será una buena juergaza.

Robert Forster y Kiko Amat en la TV

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Este domingo 16 de febrero a las 00:00h se pasa por TVE el tercer programa de la nueva etapa de Mapa sonoro. Una de las piezas es una charla de Robert Forster (The Go-Betweens) y Kiko Amat en una bodega de Gràcia (y también en una peluquería inglesa). Se habló de creación, de pop, de Go-Betweens y de tipos de vermut, entre otros temas de calado. Fue una conversación muy, pero que muy, interesante. Visiónenlo, si les place.


El día en que nos convertimos en Homo WhatsAppus

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Una nueva y petante lista para Playground. 6 formas en que el utillaje tecnológico nos ha arruinado la vida.

Lean aquí.

Laughter never ends, vamos. Un no parar.

Percusión Persuasiva #5: Nueva Vulcano + Vàlius en Estraperlo

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Otra crónica conciertesca para Barcelonés de la serie Percusión Persuasiva. En esta entrega, un panegírico sobre el reciente concierto de Nueva Vulcano + Vàlius en Estraperlo (Badalona), más un viaje en el tiempo a los dieciséis años, a la vez que una sobria celebración de los viajes en ferrocarril.

Maravillosos ruidos

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Música experimental barcelonesa El libro La ciudad secreta; sonidos experimentales en la Barcelona pre-olímpica de Jaime Gonzalo (Munster Books) excava en la escena más arcana y misteriosa de la ciudad condal.

suck-electrònic“¡Hijoputa, payaso, brianeno!”. Como petición de bis resulta de lo menos alentadora, pero así reaccionó un espectador barcelonés al enfrentarse a cierto grupo incluido en La ciudad secreta. En efecto, los músicos experimentadores barceloneses se enfrentaban a dos sendas: el rechazo violento o el ostracismo total. La historia de su escena, en cuanto a situación underground y profundidad de subsuelo, es tan hermética que hace que las demás subculturas locales pareciesen carne de Lecturas. Es el hermetismo de ese “inframundo” o “nueva bohemia”, como la llama el autor, la que “reforzó sus idiosincrasias”. La insularidad donde se autoexiliaban sus bandas no hacía más que recrudecer su impenetrable actitud oposicional y anti-éxito. Ninguno de estos grupos rozó las listas (¿Listas? Ja, ja, ja) y su máximo triunfo quizás sería haberse camelado a EMI-Harvest –el sello de Pink Floyd- para que en 1977 sacara el elepé Quasar 2C361 de Neuronium.

Las demás formaciones funcionaban a todas luces como comandos autónomos de lucha armada, excretando cassettes autoeditados de electrónica casera aquí y allá, funcionando en completa autarquía, reforzando lazos con otros tiradores solitarios, tocando en el Club Helena, Transformadors, Màgic o La Orquídea. Gonzalo traza en su libro un arco que empieza en las “estepas freakies” de entreguerras (post-progresivos pero pre-layetanos, como OM, BAF o Bueyes Madereros, entre 1972 y 1974) y avanza por el final de los setenta y la década de los ochenta cavando túneles y fortificando sus empalizadas. Ocasionalmente leías sobre esos grupos en Ruta 66 (de los pocos medios que les hacían algún caso) pero de no ser así era improbable que te toparas con ellos en algún concierto de r’n’r, pop o punk. Los experimentalistas no se mezclaban. Lo suyo era “música de crisis”, como dirían Los Erizos.

Todas estas bandas estaban unidas por ideas y espíritu más que por sonido. Como dirían los Psicópatas del Norte, “nos gustaba la idea de subordinar la técnica a la expresión”. Muchos de sus músicos optan directamente por el anonimato (el libro está lleno de imágenes de artistas encapuchados, como a punto de secuestrar un avión) y se dedican a la expresión sin trabas, sin etiquetas ni formalismos. Unos querían estar en el Bitches Brew de Miles Davis, otros se afiliaban al avant-prog de Henry Cow (los neo-psicodélicos-electrónicos Suck Electronic Enciclopèdic les acompañaron de gira en 1977), estos callaban como John Cage (Tres realizaron varios Conciertos para Apagar, desconectando sus instrumentos gradualmente hasta “alcanzar el nivel máximo de silencio posible”), aquellos aporreaban mobiliario violentamente como Whitehouse.

Su caldo de cultivo estaba repleto de genios no reconocidos, parapetados tras las maniobras de cada flamante gestación. Luminarias anónimas para el gran público que empujaron lo experimental a través de sus mutaciones. Como Oriol Perucho, fundador del “cacofónico y visceral exabrupto” de Perucho’s y miembro de Tropopausa, Koniec, Naïf y Moisés Moisés. O el ínclito Víctor Nubla, que inauguró el gran proyecto de Macromassa (empezaron anhelando sonar “como el Metro de Barcelona”), firmantes del primer disco autoproducido de España, Dalia Microtònica, de 1976; “punks con pinta de hippies”, como les define Nubla, “tipos enmascarados tocando instrumentos sin saber tocarlos y con gran predilección por el ruido, la primera banda punk-industrial del país”.

Junto a ellos estaban Error Genético, donde militaba el futuro Fura dels Baus Marcel·lí Antúnez, que promovían el uso de sonidos animales (loros, cerdos) y discapacitados como instrumentistas. Dial, del colaborador de Cultura/S Mike Ibáñez, perversos manipuladores de un receptor cuatro bandas Sanyo RP8251. Tendre Tembles, grupo de “rock urbano y anguloso, plagado de nihilismo y desolación visionaria”, que en 1979 increparon a Radio Futura en un concierto y fueron denunciados a la Guardia Civil (“Los otros músicos elogiaban la moda juvenil, nosotros recomendábamos el uso de armas”). O los temibles RSP (Resaca Sin Piedad), raros entre los raros, misántropos como pocos, que rechazaron formar parte de la “endogamia” de su propia escena, cuyos miembros no estaban casi en contacto entre ellos y rechazaban “exhibirse” en directo (solo actuaron una vez) y proponían “el regreso metafórico a la barbarie”. Algunos de sus cassettes eran ediciones limitadas de tres ejemplares (uno para cada miembro del grupo), que luego el grupo destruía con sopletes. Ideal para el Àngel Casas Show, ya se ve.

La mayoría de la gente no se enteró de nada de esto porque pasó bajo nuestros pies, como un cable de alta tensión. La ciudad secreta nos ofrece una nueva oportunidad de ahondar en nuestras tradiciones de autogestión y Hazlo-Tú-Mismo condal. E inspirarnos con ello para las acciones del mañana. Kiko Amat

(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 29 de enero del 2014)

Una educación inglesa

Res-Akh-Ul y los 8 tentáculos de la bestia

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Dicho de otro modo: el resacazo atroz. Explicado en ocho certeros puntos para el nuevo artículo de Playground, con la sucia excusa del libro de Kingsley Amis Sobre beber. Hips y Urks.

Mars del Carib: hostias en el bar

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Sergi pons CodinaSergi Pons Codina es un confeso hooligan del Sant Andreu. Y no digo hooligan como lo que le soltaban a John Osborne, “an intellectual teddy boy”. No, lo decía de forma literal. Su opera prima, Mars del Carib, es violento, demente, tronchante, rezuma puro odio de clase y es -a todas luces- inmoral, pero no busca epatar. Cuando el protagonista le grapa una pestaña a un cretino, el acto se describe sin risita cómplice: es una simple descripción cotidiana de algunas cosas que suceden en algunos barrios.

La editorial 1984 me mandó el libro diciendo “Es un quillo. Te encantará”, y yo leí entre líneas: “Es un quillo… como tú”. Antes de retorcerle un testículo al editor, decidí ojearlo. Era, en efecto, como si un difamador hubiese decidido publicitar los momentos más ominosos de una juventud como berzotas drogadicto del extrarradio barcelonés. Al contrario que Richard Price en The Wanderers, Pons no narra con melancolía o épica. De hecho, el libro carece de esos fragmentos tristes con pathos, indispensables para contar andanzas juveniles. Pons prescinde de ellos, quizás pensando que son melindres para cursis. Aparte de Stewart Home, no se me ocurre el nombre de otro autor menos preocupado por describir belleza, pureza o posibilidad de salvación. El barrio obrero que pinta es un sitio de donde salir por piernas, feo e inclemente; la panda del protagonista, Blai, una horda de ñus esnifadores, “bonics exemplars de gamarús de barri, orgullosos, impulsius, busca-raons i altius” que dedican su tiempo a emborracharse “esplendidament” y zurrarse con otra gentuza. Son cholos futboleros (a las diez páginas, pelea ultraviolenta en el campo del Sant Andreu), fracasados totales, psicópatas en ciernes y basura incontratable. Su tiempo se reparte en curros inmundos, speed, la INEM, speed, novias abúlicas, speed y el “antre de mala mort” Mars del Carib, base de sus cuestionables aventuras urbanas.

Mars del Carib acarrea la fuerza de la verdad: esos chicos están allí, mirando desde los arcenes, contemplando cómo viven los ilesos y exitosos de este sucio mundo, y se están cabreando como perros. Si Trainspotting fue un lamento por aquellos chavales echados a perder, Mars del Carib es una feroz apología de su estilo de vida, malcarada y cómica como una canción de Cockney Rejects. No es lo más sutil que hemos leído jamás, pero su rabia es tan excitante como contagiosa. Kiko Amat

Mars del Carib

Sergi Pons Codina

1984 Edicions

285 págs.

Libro del mes (febrero 2014): GEORGE V. HIGGINS La rata en llamas

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La rata en llamasLa rata en llamas

George V. Higgins

Libros del Asteroide

Trad. de Magdalena Palmer

221 págs.

Clerks habrá envejecido como quieras (yo opino que rebién), pero hay que admitir algo: en aquella película de Kevin Smith aparecía por primera vez gente que hablaba como mis amigos y yo. En el cine. En algún filme que no fuese “Navajeros” o “El Vaquilla”. El patatús ojiplático que sufrimos aquella tarde de 1994 fue parecido al que debieron experimentar los proletarios ingleses de los años cuarenta cuando escucharon por vez primera un genuino acento de clase obrera en una película (pues al principio todos los personajes, príncipes y mendigos, hablaban igual que el pequeño Lord Fauntleroy). Ahora ya nos hemos ido acostumbrando, lo cual es una pena, pero recordemos el impacto inicial de ver a aquellos gandulazos absentistas y nerdotes pasando las horas diciendo sandeces, inventando insultos devastadores y comparando superpoderes de personajes de tebeo. ¡Éramos nosotros!

Esas cosas tienen un valor, aunque la sobreabundancia de ellas las haga pasar desapercibidas.

Lo de George V. Higgins tiene miga, y por la misma razón. Este es el tercer libro que le edita Libros del Asteroide, tras Los amigos de Eddie Coyle y Mátalos suavemente (del que se extrajo la película homónima). Aquí somos fans de ese bigotudo caballero, y por dos sólidas razones:

a) Diálogos torrenciales: En cada novela de Higgins, la trama se desvela mediante el diálogo. Los giros y los eventos se explican hablando, que es como se entiende la gente. En sus novelas, los hombres charlan. Por los codos. El parloteo es feroz y divertido y mordiente y agudo. Los malhechores y pasmas de sus libros están de cháchara, como solemos estar los hombres y mujeres del mundo, cascando de esto y aquello, criticando a las parientas, celebrando viejas (o imaginarias) jodiendas, pegando rollos sobre comida, o bebida, o tetas y batallitas y el culo gordo de tu prima. Sus personajes hacen lo que hace la gente cuando se encuentra en bares y cuando se aburre en empleos: largar. Largar y volver a largar. Para matar el rato y para recordarse los unos a los otros que son hombres que utilizan códigos de hombres.

b) Personajes falibles: Pelecanos y Tarantinos se lo deben todo a Higgins (y a Edward Bunker). En sus obras, todos sus personajes la cagan. Mucho. Grandes metepatas. Higgins expone cómo tanto el crimen como el castigo son asombrosamente proclives a la chapuza letal. Y eso, naturalmente, hace que su escritura sea REAL y palpitante, la pura verdad de las calles y las aceras.

Los argumentos de Higgins son, en cierto modo, lo de menos (aunque la trama es un atrapamoscas, créanme). Se narran submundos de abogados de poca monta, inspectores ineficaces, caseros corruptos y policías altamente sobornables, y que por añadidura denuestan con más frecuencia que los Sex Pistols en el programa de Bill Grundy. En La rata en llamas, la cosa va de meterles fuego a unos edificios donde viven familias negras para luego cobrar el seguro. Sale mal, como imaginan. Las voces que nos cuentan esta historia son duras, rápidas, soeces y divertidas; ellas son las protagonistas del asunto. El libro es breve y va a velocidad de rocanrol, rítmico y latente como el bajo de Décima Víctima. Higgins tiene la oreja a rozar del asfalto, y escribe como habla la gente: “Jerry –dijo Leo en el despacho de Fein- ahí dentro está más oscuro que un cargamento de culos”. Desde luego, desde luego. La rata en llamas son 221 páginas que arrollan como el hardcore y se acaban antes de que puedas gritar hijo-de-puta. Un libro hecho para gente como tú y como yo. Kiko Amat


Disco del mes (febrero 2014): THE PROPHET HENS Popular People Do Popular People

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ProphetHensTHE PROPHET HENS

Popular People Do Popular People

Fishrider 2013

Este disco no es de 1987, como tantos otros que celebramos en Bendito Atraso, pero en cierto modo podría serlo. The Prophet Hens han manufacturado nuestro disco más escuchado de febrero: Popular People Do Popular People. El descubrimiento del grupo fue una completa sorpresa, de aquellas que llegan en sobre postal y con remitente de Fishrider (el sello que ha coeditado junto a Occultation algunos discos ya comentados aquí: Opposite Sex y Factory Star, del ex-Fall/BlueOrchids Martin Bramah). The Prophet Hens tocan kiwi pop melancólico de la escuela The Chills, The Bats y The Verlaines y otros augustos maestros neozelandeses de mediados de los ochenta. De hecho, su batería también lo era de los Verlaines, y esa no es la única forma en que forman parte de la tradición.

Como todos los grupos de Dunedin Sound pasados o presentes, los Prophet Hens se acercan a la psicodelia y el sixties pop con sentido común y ansia de progresión, sin reparar en los clichés ye-yé que casi todo el mundo recoge por el camino. Su perspectiva es la de The Sting-Rays, The Claim, The Jasmine Minks, The Monochrome Set y tantos otros favoritos de esta casa: puro modernismo. Viejas costumbres con mirada nueva y herramientas flamantes. Composición clásica con esquinas inesperadas. El álbum expulsa hits como estornudos, llenos de coros angelicales (e inquietantes a ratos, como hacían los Chills del Brave Words), guitarras con ángulos de cartabón, tambores de la jungla, líneas de bajo solitarias (“Pretty”) y melodías emocionantes. “Romp” empieza con tartamudeo percutido, como el “Say yes (to international socialism)” de Comet Gain o el “Flightpaths to each other” de los Pastels. Es jangle con deje oscuro, casi hipnótico a ratos, claustrofobia pasajera –muchas de las canciones se gestaron tras un accidente que hospitalizó a Karl Bray, compositor único del cuarteto- y ocasional ceño fruncido, como demuestra mi favoritísima “Easy as the sun”, y sus letras son igualmente amenazantes (vean la faltosa frase “I was talking I think you’ll find”: “Estaba hablando, por si no te habías dado cuenta”). “Left it out to shine”, por otra parte, con su optimista órgano de Vitamina D y aires 1985, podría permanecer a algún disco de los primeros The Servants, Razorcuts o Biff Bang Pow! Un elepé para celebrar la primavera que se acerca, y para escuchar cien, doscientas veces, en puro bucle chiflado. Asombrosa elevación. Y también tienen bandcamp. Kiko Amat

Lista del mes (Febrero 2014): Diez cosas que todavía puedo hacer con hijos

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Estas diez, aparecidas en Playground unas semanas atrás, y que premiamos aquí (a nosotros mismos) con el galardón de Lista del Mes.

El padrino del multiculturalismo

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HALL-obitStuart Hall (1932-2014)

Académico marxista y pionero de los Estudios Culturales

El académico y sociólogo Stuart Hall es alguien desconocido en España, pese a que a lo largo de su extensa carrera acuñó términos de uso generalizado como “multiculturalismo” o “thatcherismo”. Sin embargo, en el Reino Unido, el autor de Resistance through rituals (1977) era considerado “un Dios en el paisaje de la izquierda” (The Guardian). El también llamado “padrino del multiculturalismo” fue pionero de los Estudios Culturales, campo de investigación que se situaba en los márgenes de la sociología, la antropología, la teoría social y la economía política (siempre observados desde una perspectiva marxista), y que era minoritario cuando Hall empezó.

Hall nació en Jamaica en 1932, en una familia de baja clase media: su padre había sido el primer no blanco en acceder a una posición administrativa en la United Fruit Company. Hall recibió una educación clásica en el Jamaica College de Kingston, a la vez que tomaba partido por la independencia frente al poder colonial. Asfixiado por las políticas raciales de su país, Hall emigró a Inglaterra en 1951, parte de la primera ola de inmigración caribeña al Reino Unido que había empezado en 1948.

En la universidad de Oxford, Hall pronto perdió interés por su tesis sobre Henry James y empezó a bucear en el bebop y la nueva política mundial. Tras el nacimiento de la llamada New Left (Nueva Izquierda británica, surgida como respuesta no-ortodoxa a la represión soviética en Budapest y la crisis de Suez), Hall se convirtió en fundador y editor del influyente New Left Review. Privilegiado observador del nacimiento de las primeras subculturas inglesas de posguerra desde su base en el Soho londinense (y su puesto de profesor en Brixton), Hall empezó a priorizar su interés por la cultura juvenil y popular. Su trabajo The popular arts (1964, en colaboración con Paddy Whannel) llamaría la atención de Richard Hoggart, creador del recién formado Centro de Estudios Culturales Contemporáneos de Birmingham, donde Hall empezaría a trabajar en 1964 y del que sería director desde 1972. Su etapa en el CCCS definiría lo que se dio en llamar “la escuela de Birmingham”, centrada en agarrar formas culturales populares –baja cultura: delincuencia juvenil, subculturas de clase obrera derivadas del rock’n’roll o el pop, subculturas con identidad étnica- y estudiarlas en relación a la cultura dominante y las estructuras de poder. La escuela de Birmingham también se ocupaba de estudios sobre medios de comunicación, raza y feminismo.

Hall, que siempre firmó sus trabajos en colaboración, se trasladaría posteriormente a la Open University en 1979, cuando Thatcher obtuvo su primera victoria electoral en el Reino Unido. Hall se convirtió un estudioso y crítico del thatcherismo (término que acuñó él mismo), y en The Politics of Thatcherism (1983) afirmaría que las políticas de la izquierda tradicional habían sido en parte responsables de crear las condiciones que permitieron el ascenso de la derecha al poder.

Hall, casado y con dos hijos, llevaba años sufriendo graves problemas de salud. Su muerte el 10 de febrero del 2014 deja un vacío irreparable en la izquierda inglesa. Kiko Amat 

(Obituario publicado originalmente en La Vanguardia del 5 de marzo del 2014)

Oscars sin sangre (por desgracia)

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En los Oscars 2013, Seth McFarlane insultó a todo Cristo e hizo cien chistes soeces. ¿No es fantástico, cuando enfocan a alguna celebridad en el momento en que el maquiavélico presentador acaba de señalar alguna oprobiosa operación estética sub-barbillar? Por desgracia, la del 2014 ha sido una gala “sin sangre”, merced a la flácida presentación de Ellen DesGeneres. Por cierto: nunca había visto un programa pre-gala entero, y las dos horas de pasarela (llenas de información crucial como “Este año Ellen apostará por los zapatos”) deben parecerse mucho a las trepanaciones craneales del siglo XVII. Por no decir que escogí una pre-gala de bajo presupuesto, con la cámara a mil yardas de la alfombra roja (“Desde aquí intuimos el lejano cogote de Leonardo DiCaprio”) y nulo acceso a las entrevistas clave (“Tenemos con nosotros al chófer de Matthew McConaghuey…”).

Finalmente logré ver el show. Fue, como todo el mundo dice, un festival de premios “previsibles”. Ganó, como ya saben, 12 años de esclavitud, con la que la Real Academia se une a la honorable tradición Vaticana de pedir disculpas por las cosas 200 años tarde, cuando ya apestan. Jennifer Lawrence se lanzó de morros a la alfombra por segunda vez en unos Oscars –acercándonos al tedio cataléptico- y Matthew McConaghuey demostró, con un speech más lleno de saltos temporales que Regreso al Futuro II (“Me gustaría hablar con mi yo de aquí quince años, porque entonces mi embrión de hace cuarenta…”), que no es recomendable tomar láudano antes de una ceremonia de este tipo.

Fue una velada llena de excelso soul. El grandioso Pharrell Williams consiguió mi premio a Pantalones Más Absurdos del 2014 con unas bermudas de smoking, y al de Canción más Histéricamente Optimista del 2104 con “Happy” (intentó sacar a bailar a Meryl Streep, que debe ser como intentar danzar con un féretro). ¿Cómo? Sí, ahora lo digo. Perdón, eran mis hijos, reclamando que se registrase su enérgica repulsa por la inmerecida derrota de Gru 2 Mi villano favorito. Tras Pharrell, la colosal Darlene Love (¡de The Crystals!) consiguió una ovación tras su cantecito celebratorio por el Oscar a Mejor Documental (20 Feet from Stardom).

El ambiente de gozo universal se pulverizó, como siempre, con U2, que mandaron a todo el mundo al bar con su cenizo “Ordinary love”. Para los que se quedaron, Jared Leto (compartía láudano con McConaghuey, tal vez) ofició de Bono alternativo y lanzó otro alucinado speech dedicado a los “soñadores que hay allí fuera en Ucrania y Venezuela”, equivalente Hollywood del “Imagine no possessions…” de John Lennon. La penosa imagen que nos llevamos a la cama fue (¡ay!) la de Leonardo DiCaprio -cuarta nominación sin estatuilla- más confuso y dolido que Himmler tras ser apartado de sus funciones por Hitler. Los exitosos también lloran. En momentos así, cómo no pensar en lo que habría dicho Seth McFarlane… Kiko Amat

(Una columnita que pergeñamos a toda velocidad al día siguiente de los Oscars, por encargo de La Vanguardia. Se publicó originalmente el 4 de marzo del 2014)

Socrates Adams: Hoy todo va mal

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Socrates Adams pertenece a una nueva generación anglófona post-Internet que ha producido dos tipos de autores: los “blandos” tradicionales (Joe Dunthorne, por ejemplo) o los “duros” audaces (Ben Brooks o el espantoso Tao Lin). El mismo Brooks señala en una cita que rió con este libro como “no recuerdo haber reído jamás”. El autor Ben Myers, de una generación mayor, añade que “lloré de risa con un ojo y con el otro lloré de tristeza”. Según se ve, los autores modernos tienen la risa y el lacrimal fácil, como los psicópatas pasivo-agresivos de las pelis que lloran por un perrito mientras, carcajeándose, le crujen los metacarpos a un inocente. En cualquier caso, el debut de Adams es una magnífica novela. GK Chesterton apuntó que “divertido no es lo contrario de serio, sino lo contrario de aburrido”, y Todo va bien acierta, siguiendo el mismo baremo, a ser seria y divertida a la vez.

Todo va bien entronca pues con el humor alicaído de Joe Heller, David Nobbs o Kurt Vonnegut. Es una obra sobre desazón, soledad y anhelo que, a pesar de lo enumerado, hace una gracia horrible. Uno se divierte con ella de la misma manera que con la serie The Office: sufriendo. Hilaridad + Padecimiento, como las cosquillas que magullan. Al igual que en la serie citada, el escenario es la oficina moderna, un “archipiélago de totalitarismo rodeado de un contexto legal formalmente igualitarista” (dijo César Rendueles en Sociofobia). Ian, el protagonista, malvive en ese archipiélago, intentando “establecer una relación de confianza” con los clientes de la empresa de tubos de plástico a la vez que soporta las constantes humillaciones infligidas por su jefe, un jerarca loco estilo Calígula. Como el Reginald Perrin de Nobbs, Ian conserva algunos sueños: adelgazar, echarse novia y llevarla a los Alpes Suizos. En un giro delirante pero efectivo, el vil mandamás le encarga que cuide de un tubo de plástico como si fuese su hijo. Y aún más: el tubo piensa, como aquella vasija antropomórfica de Tibor Fischer en El coleccionista de coleccionistas. Todo esto es puro Richard Brautigan –o sea: bueno- y la novela arrastra al lector por una serie de desventuras hacia un final semioptimista. Todo va bien es tierna, breve, melancólica, ágil y nada solemne (ni, gracias a Dios, aburrida). Todo lo que algunos buscamos en un libro, vamos. Kiko Amat

Todo va bien

Socrates Adams

Pálido Fuego

160 págs

Traducción de José Luis Amores

(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 5 de marzo del 2014)

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